Cómo la caída del apartheid creó a Danny Ocean

En su nuevo álbum, Venequia, mezcla reguetón y protesta en una reflexión personal sobre el conflicto político venezolano y el exilio. Esta es la historia tras el artista y sus hits.

Meses después de un par de visitas a Venezuela, las primeras en años, el cantautor venezolano Danny Ocean (n. 1992) decidió escribir una canción nueva. “Tal vez no debimos vernos de nuevo, tal vez no debí haber cogido ese vuelo, me habías dicho que habías cambiado de nuevo, pero solo te habías pintado el pelo”, dice “Por siempre y para siempre”, de su álbum Venequia (2024), estrenado poco antes de las elecciones del 28 de julio y alusivo al conflicto político venezolano. Quiero contarte todo lo que he vivido, la loca aventura que ha sido desde que sacamos esa canción hace siglos, todo el mundo me pregunta qué pasó contigo”. 

Para su fanaticada, esta última línea era una referencia a “Me rehúso”, el hit sobre unos novios separados por la emigración venezolana que lo lanzó a la fama en 2017. Pero “Por siempre y para siempre” no se refería al amor condenado de “Me rehúso”. En cambio, explica Ocean –cuyo verdadero nombre es Daniel Alejandro Morales Reyes– en un foro en la Kennedy School de Harvard University tras su concierto en Boston, la canción explicaba lo que había sentido al regresar a Venezuela. Aunque llevó sus instrumentos, aunque estaba en su cuarto antes de migrar a Miami y luego a México, aunque se sentaba en el Mirador de Valle Arriba a buscar inspiración en el Ávila, no logró hacer música. “No conecté”, dice. “Me sentí como un turista en mi propio país”.

La inspiración vino a los meses. Según Ocean, “Por siempre y para siempre” es la canción “más especial” del álbum: cuya portada es una imagen sin texto de los mosaicos rotos del piso de Maiquetía y que incluye hits como Por la Pequeña Venecia” –en la que le canta al gobierno venezolano en un lenguaje que lo muestra como un abusador emocional individualizado– o “Escala en Panamá”, un hit disparado por el frenesí pre-electoral. El video musical, que muestra multitudes de migrantes venezolanos retornando desesperadamente a Venezuela, culmina con la voz de María Corina Machado en la forma de un anuncio de aeropuerto: “Bienvenidos a Venezuela, bienvenidos a casa”.

Ocean, de hecho, es una suerte de referente del exilio venezolano. Desde 2019, ha sido colaborador de ACNUR –la agencia de refugiados de Naciones Unidas– y ha tanto cantado en sus ceremonias como visitado algunos campos de refugiados. Ocean, explica, llegó a ACNUR por la novia nigeriana de uno de sus amigos que quedó encantada con “Me Rehúso”.

Sus canciones, además, constantemente hacen alusión a los “Babylon boys” y las “Babylon girl” – un invento suyo que ha tomado vida propia desde que se le ocurrió mientras tocaba música con sus amigos, en su casa en Caracas. “Eso está cool”, les dijo sobre el término Babylon girl, una unión de dos palabras cuyo sentido vendría después. Recientemente, por ejemplo, Ocean tuiteaba una imagen del exilio babilónico de la Biblia junto a otra de los caminantes atravesando los Andes. Hasta algo místico encuentra hoy en la frase, dice: “Siento que Dios y el universo es una mujer”, explica. “Es dándole gracias a esa musa”.

Es parte de una autenticidad suya que penetra hasta su nombre artístico: Ocean graffiteaba en Caracas y usaba “Daniel O-C-T” como alias, alusivo a la movida de hip-hop que existía en el país. Hasta que un día, en Miami Beach, un amigo puso un sobrenombre: “Danny O”. A Ocean le gustó. Vio las olas del mar, pensó en el “flow” de George Clooney en Ocean 11, y se convirtió en Danny Ocean: el nombre que, poco sabía, llevaría como estrella latinoamericana. 

De Mandela a Venequia

Pero mucho antes de ser Danny Ocean, Daniel Morales Reyes era el hijo de una diplomática venezolana del período democrático. Por ello, pasó sus primeros cuatro años de vida en San Vicente y las Granadinas y seis en Namibia, recientemente independizada de la Sudáfrica del apartheid. Allí, dice el cantante, la influencia de Nelson Mandela –quien ejercía como presidente en Sudáfrica y llevaba a cabo el desmantelamiento del apartheid– era notoria. Y, citando además la influencia educativa de su madre, dice que el frenesí de Mandela en Namibia también lo influenció a él. En su álbum Venequia, “un dolor que yo siento muy personal” explica Ocean, roza de forma pop los grises de una transición democrática: “Yo te cambio la justicia por la paz, sí, finjamos demencia por la pequeña Venecia”, dice en una de las canciones del álbum, “Sólo vete ya, please”.

Mas de diez años después de Namibia, Ocean –tras las protestas estudiantiles del 2014– se dirigió a Miami, y consiguió un asilo político. Su rumbo no era muy claro, esperaba mudarse a Panamá en un principio. Entonces, decidió escribir una canción como regalo de San Valentín –a falta de dinero para un regalo, dice– para la novia que había dejado en Venezuela. Así, subió “Me Rehúso” en su cuenta de Youtube, donde 200 o 300 views eran un éxito. Pero la canción empezó a tener cientos de views más. Y luego miles. “Explotó y chispoteó por todos lados”, dice Ocean, que no tenía fanaticada alguna ni había intentado tocar en bares o circuitos musicales previamente. Sólo en Spotify, “Me Rehúso” –rompió récord al convertirse en la canción latina con más semanas en la lista Top 50 Global de Spotify, con más de 36 semanas—  tiene hoy más de mil millones de streams. De hecho, al menos hasta 2021, es el tema más escuchado de la última década en Spotify en Latinoamérica.

“Me cambió la vida, como ganarse la lotería”, dice. Ahora estaba firmado por una disquera y hasta tenía una visa de trabajo. “Yo no estaba listo para una entrevista, yo no me había montado en una tarima”.

Para Ocean, la canción –que gira en torno a la promesa de un beso que dará al reencontrarse con su amor que dejó atrás– ejemplifica una suerte de filosofía propia: “Me gusta dar el problema y luego esperanzarlo con una posible solución”, explica. Pero “Me Rehúso”, además, resonaba con una generación afectada por el conflicto político y la migración resultante. “Vengo de una generación en la que muchos artistas estaban hablando” del tema político, explica, refiriéndose sobre todo a la movida del hip-hop venezolano de hace una década.

Aún así, el cantante considera que “no es justo exigirles a los artistas que tengan una posición”. Para Ocean, muchos artistas sólo buscan crear arte, hacer dinero o conseguir fama. No influenciar políticamente o participar en movimientos sociales, al punto que María Corina Machado hace un cameo en una de tus canciones o muestras la fecha de las elecciones en tu show de los Latin American Music Awards en Las Vegas. Además, Ocean –que no hace conciertos en Venezuela como una suerte de protesta, transformándolo hasta ahora en un performance exclusivo de la diáspora– dice que muchos artistas de “la escena venezolana” están amenazados por redes sociales, temen por sus familias o hasta tienen el pasaporte anulado.

Danny Ocean muestra “28 de julio” en la ceremonia de los Latin American Music Awards en Las Vegas.

Aunque cree que en la escena musical venezolana hay ahora “un momento bonito que todos estamos entrelazados, en conjunto”, citando como ejemplo a “Veneka” –la nueva canción de Rawayana y Akapellah– como una que “impulsa la cultura [venezolana hacia fuera”, Ocean considera que hay muchos retos para la industria musical venezolana: desde la dispersión del talento por la migración hasta la falta de “una apertura económica” que considera necesaria.

Ocean se niega a definir lo que es democracia para él. Pero, dice entre lágrimas, “yo vivo en México y a veces quiero tomarme una cerveza con mis amigos, con mis hermanos… [y no puedo por la separación del exilio], esto no está bien”. No poder desahogarse en ocasiones como otros latinoamericanos hacen al tener sus familias y amigos a sus lados, explica, “no está cool”. Para él, esas imposibilidades muestran una dimensión moral de las consecuencias de la crisis: “Es chimbo no poder crecer profesionalmente, personalmente”, dice Ocean sobre el país, “Todo está tan roto”. Pero Venezuela, asegura cuando se le pregunta sobre próximos pasos artísticos, estará por siempre y para siempre en sus canciones.

Tony Frangie Mawad

Tony (1997) is one of Caracas Chronicles' editors, where he writes since 2016. He graduated in Journalism and Political Science from Boston University in 2021. Since then, he has written at Bloomberg, The Economist, Politico and others.