Ahí viene el coco: María Corina se enfrenta al desánimo social

Ante el silencio y el desánimo, el enorme capital político de la nueva líder de la oposición no se puede perder. Ella tiene que demostrar, y ya, que sabe qué hacer: que no es otra Guaidó

Ha pasado un mes y una semana desde la histórica elección del 28 de julio. Y la cantidad de amigos y gente cercana que está cada vez más desmotivada con todo es muy grande. El ánimo común que me transmiten en las conversaciones –hasta con la cajera que amablemente me atiende en el supermercado– es el de una sensación de déjà vu, como si este capítulo del conflicto entre los venezolanos y el régimen chavista fuera a terminar igual que en 2014 o 2017 o 2019.

Al respecto, cabe hacer algunas acotaciones.

Lo primero es bastante obvio: se sabía que este no iba a ser un proceso de un día para otro. Creer que una dictadura de las características de la venezolana se va a solucionar con una acción breve y heroica –cual escena de película en Hollywood–  en la que el régimen cae en 24 horas y una semana después volvemos a ser un país normal, es absurdo.

Aunque es cierto que la campaña de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia no lo dijo exactamente así, el ánimo social lo percibió de esa manera. Algunos pundits de la oposición, incluso, hablaban de “faltan XXX días para llegar a la tierra prometida”, refiriéndose al 28 de julio de 2024.

Y en ese sentido, vale la segunda acotación: la dirigencia tiene que tener un presupuesto respecto a su capital político. Y en ese presupuesto entran las decepciones de procesos anteriores pues el ánimo de mucha gente respecto a lo que ha ocurrido en estos años entra en la evaluación.

Esto es lo que en la empresa privada se llama “evaluación del capital humano”, que mide el desempeño, ánimos y talento de los recursos humanos: un proceso que también –así como ocurre en las empresas, los equipos deportivos y las organizaciones civiles– debe ocurrir en un conflicto político.

Dicho en criollo: la gente hoy no es la misma de hace años. La Venezuela de 2007, que ante el cierre de RCTV se iba a marchar a Conatel y luego terminaba hablando sobre la marcha mientras compartía un helado en el Sambil, ya no existe (no se molesten, yo hice eso mismo esas épocas cuando marché por primera vez). Todos cargan sobre sus espaldas el peso del empobrecimiento, la migración (sea como emigrantes o como ciudadanos que se quedaron y tienen a sus familiares afuera), envejecimiento, años transcurridos y represión. Y, desde las elecciones, se ha afianzado sobre todo este último elemento: una represión salvaje en la forma de terrorismo de Estado, persecución selectiva y ejecuciones extrajudiciales. 

Pero es la firmeza lo que explica que haya sido precisamente Machado quien capitalizó el descontento de la sociedad respecto a la dirigencia tradicional de la oposición.

Esa evaluación del capital humano no puede ignorarse. De hecho, sin esa evaluación, no se entiende la fuerza que cobró María Corina Machado como líder política. Su victoria en las primarias y su liderazgo indiscutible vienen de allí: ella capitalizó mucho del dolor y las decepciones pasadas que se dirigían –con razón o sin ella, de forma justa o injusta– sobre la oposición “tradicional”. Así, su liderazgo surge porque estuvo a contracorriente de la dirigencia tradicional. Era “la radical”; “la resteada”. “Preferimos una María Corina con bolas que un Capriles con totona”, decía un letrero en una protesta del 2014, un año después de la derrota de Henrique Capriles en las presidenciales de abril del 2013.

Cuando yo era parte de Vente Venezuela, elaboré parte del material para una campaña que lanzó el partido en esos días bajo el título “Resteadas con el 2016”. El mensaje era claro: no aceptamos que esto pase de este año. 

Y bueno, aquí estoy, escribiendo este artículo ocho años después. ¿Ese es el tipo de campaña que llevó a María Corina a convertirse en una figura minoritaria en la oposición por ese entonces? Tal vez. Quizás esa firmeza –esa fuerza, ese “radicalismo”– fue lo que llevó a que María Corina fuese despreciada por el establishment intelectual opositor. 

Pero es la firmeza lo que explica que haya sido precisamente Machado quien capitalizó el descontento de la sociedad respecto a la dirigencia tradicional de la oposición. 

Todo esto tiene su origen en las elecciones de abril del 2013. A partir de allí, María Corina encarnó las voces de quienes consideraban que Capriles “se dejó robar”, “se vendió”, “no tuvo bolas”, “fue un cobarde”, “no cobró”, etc. De nuevo, sea justa o no esa categorización. 

Pero no sería hasta diez años después cuando Machado finalmente capitalizó eso en un liderazgo masivo como no se veía en Venezuela en años. Un liderazgo de una fuerza tan enorme que Machado, incluso sin ser candidata, logró transferir su apoyo popular a un total desconocido como lo era Edmundo González Urrutia.

Como es lógico, mucha gente ahora le va a exigir más. Es, como dice el refrán: “Una cosa es llamar al diablo y otra verlo llegar”. María Corina Machado está hoy donde ha querido estar desde hace años: encabezando a la oposición, en un movimiento firme que solo busca salir del gobierno – y hacerlo de una vez. 

Si las cosas no se dan, por ejemplo, su alocución del 29 de julio –cuando mandó a la gente a asambleas en familias– va a verse similar al discurso de Capriles en el que mandó a la población a poner salsa y tocar cacerolas luego de su denuncia de un fraude en 2013 y la suspensión de la marcha hacia el Consejo Nacional Electoral (CNE).

Incluso podría ser peor la decepción. Porque, de nuevo, anímicamente la gente no es la misma.

Silencios escandalosos

Por ello, estos días que han pasado y los que vienen, serán de enorme decepción para muchos al compararlos con experiencias anteriores – sobre todo la del interinato encabezado por Juan Guaidó. Y eso es algo con lo que la dirigencia tiene que lidiar. Es parte de su trabajo administrar ese ánimo en la gente.

Y lo digo sobre todo porque, en los últimos días, cualquiera que expresa una mínima duda o crítica es atacado por una jauría en redes sociales con argumentos como “no sumas”, “eres una nube negra”, “tú qué propones”, “es muy fácil hablar paja y no hacer nada”, y el cursilísimo “yo elijo creer” – más digno de un motivador de autoayuda que de un análisis político serio.

Esa no es una buena respuesta. Comunicacionalmente transmite una poca compresión a la situación desesperada de muchos. Y si en algo había acertado María Corina era precisamente en haber entendido el ánimo nacional y traducirlo en mensajes claros para todos.

No hay manera de ver como positivo el silencio poco estratégico del liderazgo opositor frente a los sucesos más importantes que han ocurrido después del 28 de julio. 

Primero, en cuanto al impresionante levantamiento popular del 29 de julio. Esa ruptura política y social que nos dio las históricas imágenes del derribo de las estatuas de Hugo Chávez, las manifestaciones frente a Miraflores y los edificios de la Misión Vivienda protestando contra el régimen. Segundo, en cuanto al bloqueo de X (Twitter): que ha generado un escándalo mundial cuando se hizo en Brasil y apenas si fue mencionada por los líderes opositores en Venezuela. Finalmente el silencio, quizás el más escandaloso, en cuanto al apagón nacional del 30 de agosto. A este, además, se le suma una inestabilidad del sistema eléctrica que, aún hoy, tiene a buena parte del país funcionando a media máquina y con apagones constantes.

Es como si el liderazgo se hubiera visto sobrepasado por eso. Como si todo los hubiera agarrado por sorpresa y el silencio fuera la única respuesta. 

No hay manera de ver como positivo el silencio poco estratégico del liderazgo opositor frente a los sucesos más importantes que han ocurrido después del 28 de julio. 

Ya mismo se están viendo migraciones masivas en las fronteras; una postal del porvenir en los próximos meses. Y es lógico: la ciudadanía de hoy no tiene el dinero, tiempo o trabajo para resistir un pulso o una crisis que dure meses o años. 

A eso hay que sumar la represión salvaje posterior al 28 de julio. Son miles de detenidos, hay dos decenas de asesinados y múltiples denuncias de torturas y abusos sexuales a detenidas. Clavel Rangel, en este portal, escribe un duro reportaje sobre otro fenómeno adicional: los desaparecidos del chavismo. 

¿Estaba lista María Corina para todo esto? Luego de años señalando que “Venezuela no aguanta un año más”, sería imperdonable que no sea así.

Riesgos y oportunidades de revivir la esperanza

Venezuela es un país empobrecido y diezmado. Eso es parte del presupuesto. Incluso a nivel represivo, esto ya no se parece a aquello de “yo tragué bastante lacrimógena”. Hoy la gente no está tragando lacrimógenas, sino siendo sacada de sus casas para no volver más nunca.

Y a nivel de la dirigencia, la represión también es otra. A diferencia de momentos anteriores, en los que detenían a dirigentes “medios” de los partidos, hoy han ido por cabezas principales como Freddy Superlano y Biagio Pilieri, han asaltado Bejucal (sede de Vente Venezuela y ahora Comando de Campaña de Edmundo González), Juan Pablo Guanipa escapó por centímetros de ser secuestrado, hay al menos siete alcaldes ¡electos y en pleno ejercicio de sus funciones! bajo arresto y hay una orden de captura contra quien las actas muestran ser el Presidente Electo. Ya hoy no se trata de “correr” y “tragar lacrimógenas”. Esto es otra cosa. 

¿Estaba lista María Corina para todo esto? Luego de años señalando que “Venezuela no aguanta un año más”, sería imperdonable que no sea así.

Machado tiene un liderazgo, credibilidad y apoyo popular que ni Capriles, ni Guaidó, ¡ni nadie! ha tenido en estos 25 años. Basta chequear los resultados de la página web de resultados elaborada por Giuseppe Gangi y ver que María Corina, la “sifrina”, ha sido la única líder opositora que ha movilizado al 23 de Enero, Catia, Coche, El Valle y Antímano a votar por una opción opositora. Su firmeza, además, es indiscutible: es la líder más firme y frontal que ha tenido la oposición en estos 25 larguísimos años.

A Machado le corresponde no dilapidar el apoyo amplio que supera el de cualquier otro líder opositor. Otra decepción sería definitiva

Y esta fragilidad viene en que el actual movimiento nació de un letargo y una ciudadanía ya rendida. María Corina resucitó la esperanza en una Venezuela en la que, apenas hace año y medio, ya una buena parte del país había dado todo por perdido y se había entregado a una abulia política

María Corina cambió eso. Si termina en otra decepción, entraríamos en un ciclo que en psicología se conoce como “indefensión aprendida”, cuando un ser vivo tiene la sensación subjetiva de que no tiene la capacidad de hacer nada y que no responde a pesar de que existen oportunidades reales de cambiar la situación adversa – evitando las circunstancias desagradables. Esto sería fatal, al menos para una generación, porque significa una sociedad finalmente entregada a los brazos del orden dictatorial.

Ojalá no sea así. María Corina Machado tiene una responsabilidad histórica en sus manos. Nada me haría más feliz que la tomara.

 

John Manuel Silva

Writer, publisher, entrepreneur in exile, John Manuel believes there is intelligent life in other planets, but isn't so sure about this one. He has written the following books: «Afrodita, C.A. y otras empresas fracasadas» (Caracas: 2013, Editorial Ígneo) y «La rocola del oeste» (Caracas: 2016, Breinguash Books).