María Corina y la contrarrevolución sentimental
El fenómeno en torno a la lideresa tiene que ver con un posible cambio de cultura política y con cómo conectó con el trauma colectivo de la separación familiar a causa de la migración forzada
“Yo tengo siete hijos afuera, yo quiero que vengan mis hijos”, le dijo un hombre con la cara llena de lágrimas a María Corina Machado durante su visita al estado Bolívar a principios de junio. “Yo tengo un marcapasos, pero yo vine aquí a seguirla para decir que yo quiero que usted gane”. Mientras el hombre llora, Machado le toma sus manos. Esta suerte de catarsis –acompañada de la petición, entre lágrimas, del retorno de los familiares que han migrado– se ha convertido en una marca de las giras de Machado. “Quiero que mi papá vuelva, por favor, María Corina”, le dijo un niño con la voz quebrada en Mérida. A su lado, un adolescente, tomándole la mano a Machado, le dice: “Ayúdanos, por favor”. En la misma gira, una adolescente revienta en llanto mientras muestra a su familia en el exterior desde la pantalla del celular: “¡No puedo con esto más!”, grita, “¡estoy cansada!”.
@mariacorinaya_ 2 venezolanos como tú y como yo… 2 familias separadas como la tuya y la mía… Un país unido en un solo propósito: llegar hasta el final, liberar a Venezuela y reunificar a nuestras familias para siempre!! Comenzamos nuestro segundo día de recorrido en #Bolívar y nos vamos al encuentro con los pueblos del sur. Nos vemos en El Callao, Guasipati y Upata. 🇻🇪 #venezuela🇻🇪
Como Hugo Chávez durante el apogeo de la revolución bolivariana, lo que la periodista española Beatriz Lecumberri llamó “la revolución sentimental”, María Corina Machado ha desarrollado un vínculo emocional con las multitudes de venezolanos que lidera sobre todo en sitios rurales –antiguos bastiones del chavismo– como Biscucuy, Guanarito o Sabana de Mendoza. El vínculo, dice Mirla Pérez, antropóloga cultural y directora del Centro de Investigaciones Populares Alejandro Moreno, es “de compromiso con la reconstrucción” de Venezuela, representada por la posibilidad de surgir con el trabajo propio y la reunificación de la familia venezolana separada por la migración.
Según Pérez, el liderazgo de Machado es inédito porque está basado en la empatía. “Ella conecta con el mundo popular y produce un lenguaje que puede comunicarse con las élites que no están acostumbradas a mirar lo que ocurre abajo. La gente ve en ella un compromiso y entendimiento genuinos”.
Incluso Machado admite cómo ha dado paso a lo emocional en su discurso: “Durante todos estos años yo he cuidado mucho mi dimensión afectiva o emotiva, quizás porque somos mujeres en una cultura con ciertos prejuicios: ‘si lloras es porque es débil’… Me he cerrado mucho a ese tema”, dijo en una entrevista reciente con Erika de la Vega. “Pero cuando sientes que la gente abrió su corazón, tú abres el tuyo. Yo siento que eso es lo que ha creado una conexión distinta, totalmente espontánea, entre muchos venezolanos y yo”.
Este elemento se viene incrementando desde hace un tiempo: “Nuestra ruta es el amor”, diría Machado en un video del 1 de enero de 2023 donde anunciaba su intención de medirse en una primaria. Y ha continuado desde entonces, también enarbolado por su abanderado Edmundo González Urrutia: “Podrán tener el control del CNE, del TSJ, la Fiscalía”, dijo recientemente, “pero nosotros tenemos el amor, el apoyo y el entusiasmo de la gran mayoría de los venezolanos que quieren un cambio en paz”.
“María Corina enarbola los valores femeninos de la política hoy en día, en 2024. En 2012, todavía jugaba con las cartas de los valores masculinos”, dice Carmen Beatriz Fernández, experta en campañas políticas. “Eso no tiene que ver con ser hombre o mujer. Hay muchos políticos hombres cuyas banderas son los valores femeninos de la política. Barack Obama es uno, y lo hizo muy exitosamente. Cuando María Corina conmueve y hace llorar a todas las ciudades del país, está moviendo un sentimiento y conectando a través de una vía muy emocional, que es un atributo muy femenino. Todo este discurso del reencuentro del país, y también del reencuentro de las familias apoyado en los ocho millones de migrantes, son testimonios que va recogiendo en cada población que visita. Uno llora con esos testimonios porque todos tenemos un rosario de cruces personales”.
In the Andes, adding to the emotionality that has characterized her tours, several Merideños –a child with his father in Chile or a teenager with her entire family abroad, for example– tearfully begged Machado for the return of their relatives. pic.twitter.com/dglCglct9V
— Caracas Chronicles (@CaracasChron) June 26, 2024
María Corina, la madre
Machado, que constantemente enfatiza la figura de las madres venezolanas en su discurso, también ha conectado con la figura maternal, “la estructura cultural más fuerte” de la cultura venezolana, dice Pérez, que los antropólogos describen como “matricentrada” por el rol de las madres en proveer sustento y cohesión a sus familias. “En Venezuela, prácticamente toda la capa comunitaria está soportada por el trabajo de la mujer. Difícilmente encontrarás estructuras lideradas por hombres en una comunidad popular”, explica, “Machado tiene una serie de atributos propios de la madre venezolana” como la firmeza, la constancia y la astucia.
“La cultura venezolana es una cultura matricentrada, una cultura basada en la madre, una madre que lleva adelante la familia con mucho esfuerzo”, dice Pérez, “entonces, una de las frustraciones más grandes que se tiene en Venezuela, y que tiene la madre venezolana, es no haber podido contener la salida de sus hijos”. Así, explica, Machado se convierte en “una propuesta que busca el restablecimiento del orden cultural, el restablecimiento de la convivencia”. Incluso, la propuesta, narrada por la voz de Machado, aparece ahora en videos de música de Danny Ocean.
Pero la herida de la descomposición de la familia venezolana también se convierte en un desafío al control chavista. “Lo que más importa al venezolano es la afectividad, es la convivencia, es la familia. Eso es lo más importante”, dice. “Entonces, cuando tú se lo arrebatas, le arrebataste el alma. Y ahí viene la pregunta: ¿qué más quieres quitarme?”. Así, suceden situaciones como las que describe Delsa Solórzano –otra líder de la oposición– en sus giras con Machado: “¿que me van a quitar el CLAP si esa vaina no sirve para nada? Que me lo quiten, no me importa”, le dice la gente en áreas controladas por las estructuras comunales del chavismo.
¿Un nuevo contrato social?
De hecho, el liderazgo sentimental que tuvo el chavismo alguna vez también se ha visto desacreditado por esas mismas estructuras comunales: se convirtió en “un aparato de coacción y de dominación, que es lo que posteriormente vamos a entender o conocer como el Estado comunal”, dice Pérez. “Cuando ya este liderazgo no es de libre adhesión, comienza entonces a convertirse en una estructura que ya no tiene apego, sino que fue imponiéndose en las distintas comunidades y a la gente no le quedó otro remedio que adherirse a un sistema de control.”
Así, por medio de la dominación, el liderazgo del chavismo perdió la conexión emocional con la población que lo sustentaba, dice Pérez. “Cuando eso ocurre, todos los vasos comunicantes, afectivos, relacionales, vinculativos, se rompen porque se fosiliza, ese vínculo [emocional] ya deja de ser funcional”.
De hecho, el uso de programas sociales y redes clientelares para coaccionar –así como la intervención excesiva del petroestado en la vida pública y las consecuencias económicas y humanitarias de su colapso en la última década– han generado “un cambio cultural”, dice la historiadora Margarita López Maya, especializada en la izquierda venezolana. “El Estado venezolano era el proveedor, el productor, el interventor, el que te garantizaba”, explica. “Pero ahora se están produciendo condiciones favorables para una sociedad más capitalista”. Según López Maya, la población ahora desconfía del Estado y “trata de velar por sí misma, que es lo que dice el capitalismo y el individualismo del mercado”. Para López Maya, esto se refleja en el auge de emprendimientos en las comunidades. Según un estudio conjunto del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) y la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Venezuela tiene hoy 4,7 millones de emprendedores –más que la población entera de Panamá– y el 91% de ellos lo hacen por subsistencia.
En este contexto se catapulta el liderazgo de Machado –hablando abiertamente de privatizar PDVSA, una propuesta que hubiese sido suicidio político en Venezuela hace unos años– que no ofrece subsidios ni asistencia social sino libre mercado y la oportunidad de surgir por medio del trabajo propio. “En los grupos focales [en los barrios y zonas rurales] ya no consigues gente que te hable del país rico que le va a resolver”, dice Pérez “Es el país de profesionales, el país de gente luchadora, el país de gente que es capaz de llevar adelante todo un proceso de transformación”.
Con participación de Alejandra Otero y Felipe Torres
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