El chavismo ya ni la pega con los slogans

La extraña campaña del PSUV pone en evidencia cuán (mal) preparado está para estas elecciones

Si vivías en Venezuela en 2012, seguro recuerdas el jingle de la última campaña de Hugo Chávez. Era pegajoso y sonaba por todas partes: 

“Chávez, Corazón del Pueblo”

El presidente enfrentaba una batalla cuesta arriba contra el cáncer y una oposición muy motivada, entonces liderada por Henrique Capriles Radonski. Pero las imágenes de esa campaña carnavalesca –sus slogans, sus canciones, sus mítines– se quedaron en nuestra memoria. 

Ahora, ¿alguien sabrá en qué consiste la campaña de Nicolás Maduro 2024? Es algo sobre un gallo de pelea, ¿no?

El chavismo ya no es el campeón indiscutible de la comunicación política en Venezuela. La campaña gubernamental de este año ha sido desordenada y desigual tanto en tono como en mensaje. Todo en ella parece hecho a la carrera e improvisado, pese a que el propio régimen escogió la fecha de estas elecciones.

Medidas desastrosas

El gobierno ha sido incapaz de plantear una sola narrativa coherente para la campaña de Maduro. Por el contrario, lo que ha hecho es confiar en mezquinos gestos autoritarios que sólo han ayudado a la oposición a construir, poco a poco, una epopeya casi mitológica.

En cada lugar donde la oposición ha hecho actos de campaña, las autoridades han castigado a quienes públicamente les han dado la bienvenida. Por ejemplo, al inicio de la campaña de Edmundo González Urrutia, en mayo, el SENIAT clausuró el hotel de Maracay donde él y María Corina Machado se iban a alojar.  

Estas medidas, claramente dirigidas a inhibir a la gente a que apoyara a la oposición durante sus recorridos, sólo lograron enardecer a los detractores del gobierno. Fue así como terminamos recibiendo en nuestros teléfonos contenido gratuito pero invaluable de la campaña opositora, como los videos de gente pidiéndole a Machado que los visitara, sabiendo que eso les traería represalias. Bloquear puentes y carreteras tuvo el mismo efecto de desafío por parte de González y Machado, que no desaprovecharon las oportunidades de subrayar su lema de “hasta el final” al superar los obstáculos nada insalvables que el gobierno les ponía continuamente. Lo más interesante es que, a pocos días de las elecciones, esto ha seguido ocurriendo, pues Machado y González se han topado con más cierres de vías en su viaje por el Zulia. 

¿Maduro haciendo ‘cosplay’ de Vente?

Los bloqueos no transmiten precisamente la confianza en su victoria que el gobierno de Maduro siempre trata de proyectar. Más bien muestran desesperación por su falta de ideas, mucho más si además se dejan llevar por el impulso de imitar la campaña opositora, con lo que sugieren que es Machado quien marca la agenda. Esto va mucho más allá de cuando empezaron a usar las gorras tricolor en 2013, para que dejaran de ser un símbolo opositor.

Adonde iba Machado, Diosdado Cabello anunciaba una marcha paralela, con lo que a veces ayudó a varios “chavistas” a llegar más fácilmente a las concentraciones de la lideresa opositora. En la comunidad 23 de Enero, en Caracas, Cabello hasta pidió al público que prendiera las linternas de sus celulares, imitando un ritual de Machado que se acababa de viralizar luego de un mítin en Apure, y que ella dice que representa la luz que iluminará Venezuela. Hasta Cilia Flores parecía querer replicar su tumbao y Maduro estaba mostrando posters de candidatos de la “oposición alternativa” –al parecer para confundir a los electores– igual que como Machado hace con el flyer González Urrutia cuando no tiene al ex diplomático a su lado en las concentraciones. De hecho, el chavismo ha creado banners como los de Vente, con Maduro sobre un fondo azul diciendo que “la esperanza está en las calles”.

Mensajes desastrosos

Además de regalarle la narrativa a la oposición para tratar de copiarla luego, el chavismo ha pasado mucho trabajo tratando de decidirse sobre su propia identidad en esta campaña. Esto no es nuevo: la crisis de imagen del PSUV ya lleva años, pues el partido no ha podido consolidar una voz propia luego del fin de Chávez y la estética roja rojita de su fase revolucionaria. En los últimos cinco años han tenido diversos tropiezos en este sentido, mientras Maduro intenta balancear sus invocaciones de Chávez, para su base tradicional, con su intento de forjar un nuevo nacionalismo y de vender su versión de capitalismo. Una pirueta nada fácil, en la que el gobierno no ha mostrado ninguna habilidad.

Esa ausencia de una visión clara hizo que la campaña chavista fuera una mezcla de clásicos del movimiento con slogans de la Pax Bodegónica. Por eso hay en la autopista vallas que culpan a la oposición por la escasez de 2017 junto a corazones amarillos y verdes y rosados que dicen “Futuro” pero no mencionan al PSUV. Estos avisos coexisten con afiches con la cara de Maduro y su nombre en grandes letras rojas, el color del partido.

El nuevo chavismo multicolor.

Al mismo tiempo, el PSUV ha desplegado una serie de curiosas líneas de marketing, como si hubiera contratado a cinco agencias diferentes y hubiera aprobado todas sus ideas para ejecutarlas a la vez. Ya llegó a un punto en que uno se pregunta si todo esto los ayuda, o si más bien confunde a sus votantes. A lo mejor se trata de eso, de confundir a los votantes y de alejarlos del verdadero candidato opositor, lo cual sería buena idea si la brecha entre Maduro y González fuera mucho más estrecha de lo que realmente es según las encuestas. Por el contrario, el gobierno no puede esperar ganar la elección sólo con asustar a los votantes de oposición. Más bien tiene que motivar a sus propias bases.

Pero el primer paso para lograr esto es decidir cuál mensaje quiere que quede en la mente de la gente. ¿Es una campaña de esperanza, de unidad, de fe en un mejor futuro? ¿O es una campaña de miedo, de decir “va a haber un baño de sangre si la oposición gana”? El gobierno ha ligado, al parecer, las dos opciones. Caracas está llena de vallas del PSUV con mensajes como “fe en nuestra gente” o “fe en nuestros trabajadores” junto a avisos que dicen “la derecha te quiere quitar la educación pública”.

Este segundo grupo de vallas y afiches ni siquiera tiene el nombre de Maduro o el logo del partido; se concentra en desacreditar a la oposición. La necesidad de meter miedo ha penetrado gran parte del discurso chavista, lo que choca con sus vallas “esperanzadoras”. Muchos murales por el país dicen “yo escojo la paz, yo escojo a Nicolás”. Es decir, si no votas por Maduro, estás votando por la guerra y la violencia, por las guarimbas. Como en diciembre de 2002, durante el paro petrolero. 

El mismo mensaje lo replican aliados como Carlos Prosperi, quien compitió en las primarias opositoras antes de ser cooptado por el gobierno. En la misma línea va un video en el que un campesino rechaza a María Corina –representada por una actriz que no muestra su rostro, mientras suena una voz de inteligencia artificial similar a la de Machado– cuando ella trata de expulsarlo de su tierra para privatizarla. 

El madurismo, un poco como las élites democráticas de los noventa, parece haber olvidado cómo leer Venezuela. Quiere sembrar el pánico sobre la privatización en un país cuya agricultura fue devastada por sus políticas, provocando desplazamientos de poblaciones rurales, y donde existen “alianzas estratégicas” que privatizaron activos públicos. Quiere aterrorizar a los pobres con Machado, a quien ya no ven como la representante de los ricos de Caracas sino como una lideresa que conectó con los habitantes del campo –como el protagonista de ese video– , tal como lo muestran sus concentraciones en Guanarito, Biscucuy, Mucuchíes o Barinas. Es casi un mensaje anacrónico de los años dorados de Chávez.

El choque entre estos dos mensajes es significativo. Pero hay un abanico adicional de material en la mezcla. ¿Sabías por ejemplo que Maduro lanzó una marca de ron y que ofrece uñas con el gallo pinto? ¿Has visto el camión estampado con Super Bigote y eso hashtag tan horrible de #NicoLike? ¿Y el aviso del Gallo Pinto en Times Square? Sí, Times Square, en Nueva York. ¿Qué sentido puede tener pagar ese aviso en un lugar donde no está ninguno de tus votantes? ¿Simplemente demostrar que puedes? 

Estas decisiones demuestran que el PSUV perdió el dominio comunicacional. Su total falta de coherencia en los mensajes, en el tono y en sus acciones transmiten que no saben ni entienden quién es el público al que le hablan. Y si no sabes cómo hablarle a tu audiencia eso significa que ni siquiera sabes cuál es esa audiencia. 

Un indicio nada bueno si quieres ganar una elección.