En el tarjetón sólo hay hombres. Pero las mujeres están liderando la política venezolana
María Corina Machado no es la única mujer tomando decisiones en una cultura política aún manchada por el machismo.
Luego del doble bloqueo de las candidaturas unitarias en marzo—primero de María Corina Machado y luego de la profesora Corina Yoris— la candidatura inicialmente provisional de Edmundo González, quien actualmente lidera las encuestas, fue aceptada por el Consejo Nacional Electoral. Horas antes, una reunión entre Machado, el gobernador del Zulia Manuel Rosales y los partidos de la Plataforma Unitaria había concluido con la designación unánime de González como candidato de la oposición. Pero la composición de la reunión fue un hito sin precedentes en la política venezolana: cinco de los diez partidos miembros de la Plataforma –sin contar Vente, el partido de Machado– estaban representados por mujeres.
La escena parecía ir en contra de la tendencia de las elecciones regionales de 2021, en las que bajó el número de candidatas y electas y la brecha de género fue superior al 90% en gobernaciones y al 80% en alcaldías. Y no es un hecho aislado, ya que las mujeres parecen estar tomando las riendas de la política de oposición en la carrera hacia las elecciones presidenciales del 28 de julio.
Llegar a la cúspide siendo mujer
En la política venezolana, aunque las principales líderes de oposición son mujeres, el machismo continúa siendo el pan de cada día. “La política, en general, es machista. La política latinoamericana aún más. La política venezolana, mucho más todavía”, comenta Carmen Beatriz Fernández, experta en campañas políticas.
Los partidos, como estructuras paternalistas, suelen relegar a la mujer a roles periféricos donde se subestima su voz y enfrentan violencia sexual, según Natalia Brandler, presidenta y fundadora de la Asociación Cauce, que apoya el liderazgo femenino en la política.
Por ello, alcanzar el poder dentro de un partido político no es una tarea fácil. Brandler menciona a María Corina Machado, presidenta de Vente Venezuela, y Delsa Solórzano, presidenta de Encuentro Ciudadano, como ejemplos: “Son mujeres que tuvieron que crear sus propios partidos para poder ser cabezas”, dice.
Para Brandler, en algunos casos, el ascenso de estas lideresas ha sido resultado de crisis o disputas internas en los partidos: “Los bandos enfrentados masculinos consideraron que les convenía tener a una mujer a cargo del partido por razones estratégicas”. Este fenómeno es conocido en los estudios de género como el “acantilado de cristal”, explica Fernández: “Cuando ha habido situaciones complejas, los hombres han puesto allí a una mujer para que enfrente la crisis”.
Este es el caso de lideresas como Adriana Pichardo, coordinadora nacional política adjunta de Voluntad Popular, y María Beatriz Martínez, presidenta de Primero Justicia.
Pichardo considera que, aunque su partido ha fomentado el liderazgo femenino, la renovación de los líderes también se ha debido a la persecución que ha sufrido Voluntad Popular. “Creo que han jugado las dos cosas: mi trayectoria y mi formación, facilitadas por mi propia organización, y sin duda la persecución que ha mermado mucho los liderazgos más fuertes, poniendo la mirada sobre liderazgos no tan conocidos”, dice.
Asimismo, tras el desmoronamiento del gobierno interino, Primero Justicia renovó sus filas en 2022, eligiendo a la diputada portugueseña María Beatriz Martínez como presidenta. “Me tocó asumir las riendas en un momento muy difícil. No me caigo a coba. No todos se atreven a liderar en momentos complicados porque es muy posible que haya situaciones de peligro y no quieren arriesgarse”, dice Martínez. “Creo que las mujeres, quizás por esa fibra materna de atrevernos a estar al frente, somos las que damos el paso”.
Existen casos destacados, como el de Andrea Tavares, secretaria general de La Causa R, un partido sindicalista de izquierda que forma parte de la Plataforma Unitaria. “A pesar de que es un partido que no tiene muchas mujeres, no es un partido machista. Yo llegué a ser secretaria general sin ninguna subestimación, pero al haber otros liderazgos fuertes es difícil que entiendan que ciertas cosas en el partido se deben fortalecer”, afirma.
La razón por la que estas mujeres hoy encabezan la oposición no es producto de políticas de cuotas o imposiciones, sino de la casualidad y el hastío en las élites partidistas tradicionales. “Tocaba un cambio de liderazgo, una patada en la mesa”, concluye Solórzano.
Microagresiones
Delsa Solórzano estuvo diez años en Un Nuevo Tiempo. Fue diputada, directora de la Comisión de Derechos Humanos y llegó a ser vicepresidenta nacional. Era una de las pocas mujeres que ocupaba cargos de poder en el partido. Durante su tiempo allí, comenta, ganó tres elecciones internas para cargos más altos. “Nunca me dieron el cargo que gané. ¿La razón? Porque era mujer (…) Uno cree que la forma de ejercer la política en este país debería ser respetando los derechos humanos y caminando hacia la igualdad. En los partidos tradicionales eso no ocurre”, dice la diputada de la Asamblea Nacional de 2015.
Aunque los partidos tradicionales promueven un discurso de igualdad en sus estatutos, como es el caso de Un Nuevo Tiempo, esto no se refleja en la práctica. “Lo masculino sigue teniendo una valoración mayor”, comenta Brandler.
Cuando Tavares fue nombrada secretaria general de La Causa R, ya tenía décadas de experiencia en la política local. Recuerda con desagrado su primera rueda de prensa, cuando, sentada junto a Andrés Velásquez y Alfredo Maneiro, fundadores del partido, su voz no fue tomada en cuenta. “Cada uno me quería explicar cómo debía decir las cosas. Después de la rueda de prensa, les dije: ‘Yo no hablo como Andrés, ni hablo como Alfredo. Hablo como Andrea, y les pido que se acostumbren, porque voy a hablar como Andrea’. Al día siguiente, ninguna de mis declaraciones salió en los medios”, dice.
Las agresiones de género vienen en distintas formas y tamaños, incluso en comentarios. Tavares recuerda cuando un compañero de la Plataforma Unitaria cuestionó su figura como madre y lideresa. El comentario todavía le disgusta: “La mujer es la que mantiene la familia, y ustedes están todo el tiempo en la calle. No están en su casa cuidando a su familia”, le dijeron.
Machado, la líder opositora más prominente del país, ha vivido esta realidad de manera cruda, desde sus tiempos como diputada. Fernández lo recuerda: “María Corina ha vivido en carne propia el machismo de la política venezolana durante años de humillación. Muchas veces fue bajada de la tarima y vista con una mezcla de temor y desprecio por ser mujer”.
Consenso y mediación sin rabo de paja
En ocasiones anteriores, con la excepción del caso de Henrique Capriles en 2012 y 2013, los nombramientos de los candidatos presidenciales opositores no se realizaron necesariamente a través de procesos transparentes o inclusivos. Antes de las primarias del 2012, los candidatos se decidían en negociaciones a puerta cerrada o eran decisiones unilaterales.
Sin embargo, la primaria del 2023 y el proceso para elegir candidatos sustitutos ha sorprendido gratamente a la población. Las mujeres de la Plataforma Unitaria coinciden en que tienen mérito en ello.
“Venimos acostumbrados a ver las mismas caras, las mismas peleas, los mismos ataques”, dice Pichardo. “Nosotras, creo que puedo hablar por todas, somos mujeres que no venimos con un facturero debajo del brazo con los errores del pasado. Tal vez las mujeres somos más desprendidas en cuanto a intereses personales e incluso partidistas. Ninguna de nosotras puso su organización, su nombre o sus intereses por encima de Venezuela”, enfatiza la dirigente de Voluntad Popular.
Solórzano considera que las mujeres han demostrado una mayor determinación para lograr los objetivos. “Tenemos una característica distinta a la que veo en los hombres de la política venezolana. Ellos son más inestables en la toma de decisiones. Un “sí” puede ser un ‘no’. Puede ser un ‘tal vez’, ‘a lo mejor’, ‘vamos a ver’, ‘dependiendo de la escena’. En mi caso, un ‘no’ es un ‘no’ y punto. La posición es esta”.
Deyalitza Aray, directora nacional de política de Proyecto Venezuela, coincide en que el rol de la mujer ha sido importante para la capacidad de entendimiento en este momento político. “Hemos podido llevar con mucha inteligencia y capacidad acuerdos que se le han puesto a la orden al país. Nos pusimos de acuerdo para crear la Plataforma, para crear la Comisión de Primarias, y para escoger el candidato unitario que hoy tenemos”, dice.
El cambio, sin embargo, fue paulatino. “No era algo cómodo para los partidos y dirigentes que históricamente se conocen el que viniera de repente una mujer (a tratarlos). Creo que el tiempo, el trato y la obligación han hecho que eso cambie, pero se nota mucho la diferencia. Eso es gracias a la manera de relacionarnos, como la confianza que tengo con María Corina Machado y con las mujeres de la Plataforma”, dice Martínez.
10 candidatos presidenciales, 10 hombres
Nicolás Maduro, Javier Bertucci, José Brito, Daniel Ceballos, Antonio Ecarri, Claudio Fermín, Luis Eduardo Martínez, Benjamín Rausseo, Enrique Márquez y Edmundo González. Estos diez candidatos, cuyos rostros aparecen un total de 38 veces en el tarjetón, son todos hombres.
No solo el gobierno bloqueó a las dos candidatas que inicialmente buscó inscribir la Plataforma Unitaria, sino que las “oposiciones alternativas” tampoco fomentaron la candidatura presidencial de ninguna mujer.
Tras la imposibilidad de inscribir a Corina Yoris como candidata, la Plataforma Unitaria intentó inscribir a otras mujeres, pero el bloqueo fue total. “No aceptaban a ninguna mujer ni a ningún hombre. El plan del régimen era que la Plataforma Unitaria y la tarjeta de la MUD apoyaran a Manuel Rosales”, dice Tavares. “El gobierno estaba convencido de que el candidato de la Plataforma tenía que ser un hombre con el que ellos pudieran establecer un vínculo que les permitiera tener control del proceso. Nosotras impedimos eso”, recalca Solórzano. “Siempre se insistió en que la candidata [sustituta] fuera una mujer”, dice Pichardo. De hecho, explica, la oposición había preparado una larga lista de candidatas mujeres si la opción original –y las posteriores– eran descalificadas por el gobierno.
El chavismo históricamente ha contado con mujeres en altos cargos, con grandes responsabilidades y cuotas de poder, aunque siempre subordinadas al liderazgo central de Hugo Chávez o Nicolás Maduro: desde Tibisay Lucena, Luisa Ortega Díaz, Iris Varela y Carmen Meléndez hasta Delcy Rodríguez y Cilia Flores. Actualmente, 8 de los 34 ministerios del gobierno están ocupados por mujeres (incluyendo el Ministerio del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género). Sin embargo, muchas voces coinciden en que el gobierno sólo instrumentaliza el rol de la mujer porque es útil para sus intereses.
“En el caso de María Corina, evidentemente hay misoginia y discriminación de género porque ningún personero del régimen se va a permitir perder contra una mujer”, dice Tavares. “Este es un régimen absolutamente machista, absolutamente misógino”, añade Solórzano.
Ahora son seis, mañana serán más
Algunas de las mujeres que hoy lideran ya están generando acciones y creando espacios para nuevas generaciones de mujeres políticas.
A pesar de asumir su cargo en un momento convulso, María Beatriz Martínez tuvo claro los tres grupos que fortalecería en Primero Justicia: mujeres, juventud y personas de las regiones. Oriunda de Portuguesa, inició un trabajo de capacitación, formación y empoderamiento, logrando que más de la mitad de los municipios de su estado tengan líderes femeninas en las filas del partido. “Creo que el papel que debemos desempeñar las mujeres en el poder es abrir puertas para otras mujeres”. La fórmula implementada en Portuguesa se ha replicado a nivel nacional. “Hemos tejido redes de sensibilización y visibilización”, añade. Primero Justicia es el primer partido venezolano con un protocolo de prevención de violencia por razones de género.
Encuentro Ciudadano afirma que ha logrado la paridad. “La mayoría de las mujeres tienen cargos directivos”, afirma su presidenta. “Estos cargos no se ganaron por ser mujeres, sino por mérito”, enfatiza Solórzano, quien además resalta la estricta política del partido contra la discriminación y el acoso basado en género.
En La Causa R existe la iniciativa “Las mujeres de La Causa R”, que funciona como un espacio de contención para conversar sobre temas de género y realizar formaciones políticas que impulsen el trabajo local y regional. “A las mujeres del partido en las regiones les pido que no digan que quieren ser la secretaria femenina, sino que digan que están aspirando a ser la secretaria general”, comenta Tavares. Su objetivo al dejar el cargo es que al menos un 30% de la representación en todo el país esté compuesta por mujeres.
“Hay que fortalecer inspirando. Nosotras hemos demostrado que podemos manejar el tiempo familiar con nuestra carrera política. Hemos demostrado que podemos tomar decisiones importantes. En mi partido, Proyecto Venezuela, seis de los cargos directivos son encabezados por mujeres”, afirma Aray. “No es un favor que pedimos ni un regalo que nos dan, es un derecho que haya mujeres en los cargos de elección popular”.
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