¿Qué hará el chavismo el 28 de julio?
Tras un cuarto de siglo en el poder, el partido que se adueñó del Estado venezolano enfrenta una encrucijada existencial, sin el único líder capaz de imponer disciplina entre opiniones e intereses contrastantes
A una semana de la elección presidencial del 28 de julio, el país aguanta la respiración. La incertidumbre aumenta a medida que parecemos acercarnos al viejo escenario límite de una “fuerza indetenible que se encuentra con un objeto inamovible.” O, en términos criollos, una mayoría desea cambiar de gobierno y se encuentra con un gobierno indispuesto a abandonar el poder. Según la más reciente encuesta de Delphos, más del 72% del país tiene una visión negativa de la gestión de Nicolás Maduro y hasta 59% de los votantes están dispuestos a votar por Edmundo González Urrutia (solo 24% dice que lo hará por Maduro).
Ante esta posible situación límite, es oportuno poner la lupa dentro de la coalición chavista e imaginar algunos escenarios para el 28 de julio y las semanas que le sigan. Dada la inmensa cantidad de posibles combinaciones, decidimos asumir algunas condiciones base: habrá una elección presidencial el 28 de Julio, y la oposición podrá tener un candidato en la boleta ese día. A partir de ahí nos imaginamos cuatro escenarios posibles y discutimos qué ocurriría a lo interno del chavismo en cada caso.
Escenario 1: Maduro “gana” la elección
No nos malinterpreten: creemos improbable que Nicolás Maduro ganase esta elección si hubiese condiciones electorales justas y competitivas. Pero nuestra tierra ha demostrado ser fértil para lo inaudito. El chavismo tiene muchas herramientas a su disposición para lograr que el 28J haya más papeletas de Maduro – suficientes para poder cantar victoria. Estas herramientas van desde el voto asistido, intimidación y clientelismo hasta inhabilitar la tarjeta de la MUD o al candidato opositor a días de la elección. Un cóctel de estas herramientas podría confundir y desanimar a los votantes opositores, lo que se podría traducir en una abstención considerable y un gran número de votos nulos.
A nosotros este escenario nos parece improbable, pero no imposible. También nos parece que este sería el mejor escenario para el chavismo: teniendo una mayoría de las papeletas, Maduro podría armar un caso medianamente verificable de que ganó la elección frente a la comunidad internacional y que debe ser reconocido como el presidente legítimo de Venezuela. En este escenario, prevemos que Maduro avanzaría rápidamente hacia la normalización de relaciones con EE.UU. para buscar el levantamiento de sanciones. Maduro tendría una posición interna fortalecida, al menos lo suficiente para contener y excluir a otros líderes que aspiran a arrebatarle el liderazgo. Maduro daría una demostración clara al resto de su coalición de que él puede conducir efectivamente este proceso de “normalización”. Ciertamente, hay sectores del chavismo a los que les gustaría un reajuste de liderazgo, pero lo prefieren como un proceso interno que como una parábola que pase por un hipotético gobierno de la oposición. Es por eso que consideramos este escenario como el Plan A del chavismo, el que acarrea menos costos y presenta mayores ganancias – especialmente cuando se le compara con el Plan B.
Escenario 2: Maduro se roba la elección
Si las inhabilitaciones no se producen, la maquinaria electoral chavista es insuficiente y/o la movilización opositora es demasiado alta, la brecha puede resultar insalvable. En este escenario, el chavismo anuncia una victoria electoral de Maduro sin los votos para respaldar tal anuncio. Asumen un camino que no han transitado antes: robarse abiertamente una elección nacional. Bien podrían publicar unos resultados forjados o sencillamente declarar ganador a Maduro a través de una declaración nublada de Elvis Amoroso (presidente del CNE) y luego cerrar el proceso electoral, con un tumbao de perezjimenismo. Una vez anunciado este resultado fraudulento, el futuro depende de la oposición y su organización electoral: ¿tendrá el equipo de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia las actas suficientes para probar el fraude?
La respuesta a esta pregunta abre un mundo de posibilidades sobre el comportamiento interno del chavismo. Si la oposición no tiene las actas para probar la victoria de González, es probable que el gobierno cierre filas en torno a Maduro y trate de repetir el escenario de las elecciones presidenciales de 2013, donde Henrique Capriles se rehusó a reconocer el resultado electoral alegando irregularidades pero nunca tuvo las suficientes actas para comprobar su victoria. Pero si la oposición cuenta con las actas para probar su victoria, nos encontramos frente a una situación límite: el chavismo aparecerá como intentando robarse la elección, y es probable que la oposición intente reclamar su victoria en la calle. De hecho, según la encuesta más reciente de Delphos, casi 40% de los venezolanos –y 58,8% de quienes votarán por González Urrutia– considera que hay que protestar en caso de fraude hasta que el gobierno reconozca su derrota. No son números a subestimar: Felix Seijas, director de la encuestadora, dice que con 5% del país en la calle, la movilización equivaldría a las protestas del 2002.
Este podría ser el mayor reto interno que el chavismo ha confrontado hasta la fecha, especialmente dadas las divisiones internas que ha sufrido recientemente. En este escenario, creemos que se asoma una crisis interna dentro del régimen, con distintas facciones favoreciendo distintas respuestas a una situación de conflictividad.
Las dos variables para entender el resultado de esta crisis serán los militares y los chavistas que están empujando la perestroika criolla. Creemos que los primeros le trazarían una línea roja a Maduro: ellos no reprimirán una masa crítica en la calle. Pero, ¿cuánta gente constituye una masa crítica? ¿Dónde tiene que estar esta gente y como debe ser su composición social? Al mismo tiempo creemos que los segundos llevaron al chavismo a esta elección bajo condiciones mínimas porque ellos –y los intereses económicos que representan– necesitan legitimarse para poder operar sus negocios bajo condiciones normales. Sostener un fraude con violencia represiva es dinamitar cualquier legitimación internacional que levante la condición de parias a la que Occidente ha sometido al Estado chavista. Esta es la esencia del 28J: si uno de estos grupos, o ambos, deciden que no están dispuestos a sostener un fraude, podría desencadenarse una serie de eventos que den comienzo a una transición a la democracia: como sucedió en Filipinas en 1986.
Escenario 3: Maduro concede la elección
Dados los costos y riesgos que se deben asumir para imponer el segundo escenario, Maduro y otros actores podrían decidir que esa vía es indeseable. Una coalición de actores que quieren paz social y legitimación política se adelantan a cualquier intento de cometer fraude y obligan al reconocimiento de una victoria opositora. A partir de ahí, es probable que se abriese un proceso de negociación entre el chavismo, la oposición y actores internacionales para empezar a imaginar cómo se vería una Venezuela con Edmundo González en la presidencia. Los seis meses tras la elección serían tensos, con un potencial significativo de volatilidad política y social. Habiendo dicho esto, los actores que tendrían que interferir para que Edmundo fuese proclamado como ganador (por ejemplo, los militares y los chavistas de la perestroika) también estarían interesados en que este proceso de transición tenga éxito y ocurra en paz.
Esta necesidad la produce el conflicto interno que se desataría en el chavismo tras una victoria de la oposición el 28J. Un conflicto que en realidad serían dos ocurriendo al mismo tiempo: una competencia por el liderazgo y una pugna por acompañar o bloquear el proceso de transición. Por un lado, un Maduro derrotado electoralmente perdería legitimidad para ejercer el poder los meses siguientes. Él es probablemente consciente de eso y se vería obligado a hacer concesiones significativas (a chavistas, militares, la oposición y la comunidad internacional) para sostenerse y asegurar tanto su seguridad personal como cualquier capital político que le quede luego del 10 de enero. Pero este proceso podría salirse de control y es probable que otros líderes surjan para disputar el liderazgo del chavismo a Maduro: gobernadores, diputados y cuadros del partido que ven a Maduro como un lastre y consideran que relanzar al chavismo pasa por un cambio de liderazgos.
Atada a esta lucha por el liderazgo veríamos una pugna alrededor del proceso de transición y negociación con la oposición. Los chavistas que formen parte de este proceso tendrían que confrontar a aquellos que están en contra de entregar el gobierno y que probablemente apuesten por boicotear el proceso.
Separar estos dos conflictos es importante: personas que disputan el liderazgo podrían sin embargo hallarse en disposición de hacer acuerdos sobre una postura negociadora o confrontadora frente al cambio de gobierno. El debate sobre qué hacer con la victoria de González podría llevar a la actual oposición a tener extraños compañeros de viaje.
Escenario 4: No sabemos el resultado de la elección
Finalmente, tenemos el escenario más incierto de todos. Llegamos a la noche del 28 de julio y el CNE no anuncia los resultados de la elección. Amanece el 29 y todavía no sabemos nada. Pasan días, incluso semanas. En el proceso, es probable que el chavismo justifique la ausencia de resultados con un evento extraordinario, real o inventado.
Creemos que si el chavismo responde a la elección con silencio es porque no hay acuerdo sobre qué hacer, pero nadie está dispuesto a forzar una crisis interna. Es el chavismo tratando de aguantar la pela, cosa que les suele salir bien. Pero el desenlace es obvio e inevitable: si tuviesen las papeletas, cantarían victoria con rapidez. Que no lo hagan nos diría que fueron derrotados en las urnas y que se debaten entre los planes A y B. Creemos que en este caso, el tiempo juega a favor de la permanencia del chavismo porque le da más chance para llegar a acuerdos internos con los que sostenerse (especialmente si toman la vía del fraude y la represión).
En este caso las acciones externas serían determinantes, tanto de la oposición como de la comunidad internacional: deberán encontrar la cantidad y calidad adecuada de presión sobre actores claves del chavismo para destrabar la partida. Muy poca presión lleva a que el chavismo gana tiempo y logran acuerdos internos. Mucha presión podría hacerlo regresar a una “mentalidad de asedio” de la que quizás no salgan en un tiempo.
La suerte está a punto de ser echada. Happy Election Week!
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