India: el nuevo pana con plata que se hizo Venezuela

La competencia entre EEUU y China y la necesidad venezolana de acceso al mercado asiático ha hecho de India un actor económico de relevancia creciente

En abril, Estados Unidos derogó su Licencia General 44 –que aliviaba por seis meses las sanciones sobre la industria de petróleo y gas de Venezuela– y publicó la Licencia 44A para permitir el cierre de las operaciones. Pero en realidad Estados Unidos no ha intentado revertir su sentencia, sino otorgando licencias específicas a petroleras occidentales como Chevron (de EEUU), Eni (de Italia), Repsol (de España) o Maurel & Prom (de Francia) para operar en Venezuela.

Uno pudiese creer que estas bocanadas de oxígeno a la industria petrolera son sólo para “los buenos muchachos, los nuestros”, como dicen en la película de Martin Scorsese. Pero en los últimos tiempos apareció un “buen muchacho no convencional”: India. 

En los últimos años, India se ha convertido gradualmente en un aliado inesperado pero importante para EEUU, dada su rivalidad con China. En otras palabras, la alianza parece regirse bajo el mejor sentido de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, por lo que su alcance es limitado pero incluye aspectos económicos. De hecho, distintos medios han llegado a asegurar que India es el nuevo centro de manufactura de EEUU. Así, el auge de la influencia de la India en Venezuela parece coincidir con el creciente peso que tiene Estados Unidos sobre las industrias públicas venezolanas.

Aún no está claro si la entrada de la India en Venezuela –compartiendo espacios de influencia con Estados Unidos, Turquía, Rusia, Irán y China– es un aspecto específico o si obedece a un plan de integración latinoamericano más completo, pues también incursiona en diversos sectores económicos de países como Argentina, por ejemplo. Pero sea cual fuese el caso, es claro que India tiene intereses en Venezuela.

Según el economista venezolano Francisco Monaldi, Director del Programa Latinoamericano de Energía del Instituto Baker de Políticas Públicas de la Universidad de Rice en EEUU, India está incrementando su consumo de energía, por lo que tiene interés en el hierro y el petróleo de Venezuela. A principios de año, la empresa india Jindal Steel & Power llegó a un acuerdo con el gobierno venezolano para operar CVG Ferrominera Orinoco, la planta de hierro más grande del país y propiedad del Estado. Esta planta cuenta con 4,2 millones de toneladas métricas de reservas probadas de hierro, y aunque actualmente su producción está bastante disminuida, Jindal buscaría exportar 600.000 toneladas métricas para finales de 2024, realizando una inversión inicial de aproximadamente USD 800.000 millones.

La entrada de Jindal a Venezuela no se limita sólo al hierro, ya que también han decidido incursionar en el ámbito petrolero, pese a no tener experiencias previas. Aprovechando su estancia en el país, Jindal habría llegado a un acuerdo con PDVSA (la petrolera estatal de Venezuela) para operar la empresa mixta, Petrocedeño –previamente operada con la francesa Total– y extraer crudo de la Faja Petrolífera del Orinoco.

En algún momento, Petrocedeño alcanzó una capacidad de producción de 190.000 barriles diarios (bd), pero para Monaldi es muy poco probable que se alcancen estos niveles de nuevo ya que, “aunque el proyecto no está en tal mal estado (actualmente su producción ronda los 20.000 bd), posee un mejorador que no está en condiciones óptimas y operarán un campo que ha venido agotándose”. Monaldi no descartó la posibilidad que la producción en Petrocedeño aumente ligeramente, pero eso requeriría inversiones muy grandes en pozos e infraestructura.

Además de las posibles trabas técnicas, también existe incertidumbre sobre si la OFAC le otorgará licencias a Jindal para extraer crudo venezolano, así como sobre las condiciones de dichas licencias y sobre la inversión de Jindal en caso que sean aprobadas. Sobre esto, Monaldi comentó que “aún no está claro si a Jindal le dieron condiciones como las de Chevron (a la que se le da libertad en el manejo de su flujo de caja y operaciones), pero se podría presumir que sí solicitaron condiciones similares”.

Otras empresas indias que están a la espera de licencias de la OFAC son la estatal Oil and Natural Gas Corporation (ONGC) y la refinería privada Reliance Industries. ONGC ya está operando en Venezuela, y busca licencias para seguir extrayendo petróleo, aunque en pequeñas cantidades. “ONGC pudiera invertir un poco más para aumentar su producción, aunque dicho aumento no sería masivo”, señaló Monaldi. Reliance, por su parte, no extraería crudo pues es una refinería, pero sí podría ser el actor principal de la India en el país en caso que le otorguen licencias. El crudo venezolano es de gran interés en Asia, precisamente porque empresas como Reliance tienen la posibilidad de refinar dicho crudo y comercializarlo en el mercado asiático. Es decir, Reliance pudiera generar situaciones de ganar-ganar como el nexo formal entre Venezuela y el mercado asiático, cada vez más importante para Venezuela aunque las empresas chinas estén formalmente excluidas por el régimen de sanciones.

De hecho, durante la vigencia de la Licencia General 44, Reliance compró bastante crudo venezolano y pararon cerca del vencimiento de la licencia, retomando sus transacciones con la Licencia 44A para acuerdos concluidos hasta fines de mayo, comprando más de 100.000 bd. “Si le dan licencias a Reliance probablemente compraría 100.000 bd, si no más. Una gran ventaja para PDVSA porque aunque Reliance carga un descuento (al precio del petróleo), este es mucho menor comparado con el descuento del mercado negro, y además le podrían pagar en efectivo”, explica Monaldi.

Es poco probable que las condiciones de un hipotético acuerdo entre Reliance, la OFAC y PDVSA sean públicas, pero para Monaldi, “si vemos que hay petróleo yendo a la India, sabremos que Reliance tiene una licencia, porque hoy no hay petróleo yendo a la India precisamente porque no hay licencias”. 

Al darle licencias a las empresas indias, EEUU limitaría el espacio formal de China en el parque energético venezolano, sin involucrar en ello a empresas estadounidenses.

La entrada de la India en Venezuela también supondría beneficios para el gobierno, ya que los ingresos petroleros dependen mucho de si la OFAC otorga o no licencias, sobre todo, a Reliance. Los ingresos podrían aumentar de USD 13.000 millones a un poco más de USD 14.000 millones para 2024 si se otorgan las licencias, según Monaldi.

Fuera del ámbito energético, también existe una entrada discreta de la India en Venezuela. De acuerdo con el Observatorio de Complejidad Económica creado por el MIT Media Lab, desde 2019 las importaciones de medicamentos provenientes de India han venido creciendo, tomando cada vez más importancia en la relación comercial entre dos dos países, en términos absolutos y relativos, al menos hasta 2022 (año del que se tienen los últimos datos disponibles).

El ejemplo de las medicinas ilustra que el impacto económico de India no sólo se mide en dólares, sino también en alivio de la crisis en términos más humanos, pues las mayores importaciones de medicamentos coincidieron con una reducción de su escasez, pasando esta del 60% en 2019 hasta ubicarse en aproximadamente 37% hoy.

Estas cifras deben ser interpretadas con cuidado, porque aunque se trata de una mayor disponibilidad de medicamentos, no necesariamente significa un mayor acceso a estos por la población, que sigue limitada por el bajo poder adquisitivo. Además, aunque la mayor disponibilidad de medicinas es un aspecto positivo y se ha reducido la escasez casi a la mitad, esta última sigue siendo alta: 37%. 

La presencia india no necesariamente es buena noticia para todos. Las empresas textiles operaban a finales del año pasado a un 30% de su capacidad y creaban sólo 25.000 puestos de trabajo de los 250.000 posibles, debido, entre otros factores, a la competencia con empresas de India y China, que no enfrentan la cada vez mayor carga fiscal de las empresas nacionales en el sistema tributario menos competitivo y neutral de América Latina.

Venezuela necesita mucho más que grandes inversiones, como transparencia y estabilidad, de manera que sea mucho más fácil para el empresariado nacional y extranjero el planificar y producir en el país. Pero no hay dudas de que, a pesar de la ausencia de dichas reglas del juego, con la entrada del “buen muchacho poco convencional” a Venezuela las posibilidades económicas del país podrían aumentar ligeramente en el corto y mediano plazo. Venezuela vio al tigre, parafraseando a un tal Joe Exotic, y el tigre vio a Venezuela.