Cómo el boom del cacao puede impactar a Venezuela
La brecha entre oferta y demanda disparó el precio global del fruto a niveles que no se habían visto en más de medio siglo. ¿Hasta qué punto puede esto traer prosperidad a los productores venezolanos?
El cacao ha sido un producto agrícola barato durante seis décadas. Eso definió cómo se organizó el sector que lo produce en distintas regiones del mundo, y el tamaño de las inversiones que se han hecho en cada región para incrementar su calidad o su cantidad. Pero ahora, el cruce entre el aumento del apetito por el chocolate y el impacto del cambio climático en la producción está causando un cambio de precio de tanta magnitud que está alterando la constitución de toda esa industria.
Como reportó Bloomberg, el consumo mundial en 2023-24 superará significativamente a la producción, algo no visto desde principios de los años sesenta. Un tercer año consecutivo de déficit, como explica la catadora venezolana Helen López, Directora de la Escuela de Chocolate de Madrid: “De enero hasta finales de marzo –según la bolsa de Nueva York– el cacao pasó de 2 mil a más de 10 mil dólares por tonelada, lo que rompió un fenómeno de precios bajos que se mantuvo durante los últimos 60 años”.
Hay varias razones. Los dos principales productores de cacao el mundo, Costa de Marfil y Ghana (que aportan el 70% de la producción mundial) no pueden cumplir con sus compromisos de producción desde hace tres años, entre otros factores por los efectos del cambio climático y una mayor incidencia de El Niño o La Niña creando sequías o inundaciones que dañan las plantaciones y favorecen las plagas. A finales de marzo, Ghana anunció que su cosecha sería la mitad de lo esperado: poco más de 420 mil toneladas métricas, su producción más baja en 22 años.
Resultado: algunas zonas producen la mitad de lo que antes producían, mientras crece la demanda con la aparición de nuevos mercados en Asia y el mundo árabe. “El planeta come más chocolate” agrega López. “De hecho, la demanda lleva más de una década creciendo por encima del 4%”.
Así que subió el precio del cacao de Costa de Marfil y Ghana, que son los mayores productores de cacao del mundo; subió el precio del mercado internacional, que es el que marca la bolsa de Nueva York, también guiada por el precio de Costa de Marfil; y subió el precio en Venezuela, en donde está en un promedio de cinco mil dólares la tonelada, o sea, cinco dólares el kilo. Esto, tras un cierre de 2023 cuando el cacao de calidad intermedia, el F2, estaba entre 1.50, 2.80 y 3.50 dólares el kilo.
El sector respondió comprando futuros de cacao en masa, causando una falta de liquidez que derrumbó los precios dramáticamente para comienzos de mayo. Para el momento en que escribimos estas líneas, el precio global del cacao está sujeto a una intensa inestabilidad.
Sin embargo, aclara el productor venezolano Douglas Dager, el aumento del precio global ha tenido poco impacto en Venezuela, porque “nuestra productividad es bajísima. Los cultivos son de campesinos pobres y el negocio del cacao no está en la producción, sino en la comercialización, distribución y fabricación de productos como el chocolate, que a nivel industrial usa muchas grasas vegetales y poco cacao, y de la industria farmacéutica. África tiene nuevos consumidores: India y China”.
Así que, para Dager, la presión que genera el aumento del consumo de los subproductos del cacao “va a tener un frenazo” que podría permitir estabilizar un precio más honesto y más justo, “alrededor de los cuatro dólares por kilo y de los cuatro mil por tonelada”.
Con o sin crisis, la oportunidad
Si el precio del cacao explota a nivel global y alcanza una banda de precios mucho más alta, ¿significa que un país cacaotero como Venezuela tiene una oportunidad para desarrollar más su producción, un estímulo?
O mejor todavía, ¿será que, muerta la gallina de los huevos de oro con el abandono de la industria petrolera, podemos tener un nuevo boom cacaotero, como en la Venezuela del siglo XVIII?
Para López, hablando en términos globales, las grandes fábricas de chocolates apostarán más a los llamados análogos, versiones de chocolate hechas fundamentalmente con subproductos como el cacao en polvo y grasas de otros orígenes. “Ya lo vemos en productos con más saborizaciones o más cremosos o fundentes que evidencian una necesidad de sustituir el cacao por otros ingredientes. Las pequeñas fábricas pueden desaparecer si no pueden asumir el precio del nuevo cacao. En mercados poco maduros, sin ningún pico de consumo (en Venezuela, por ejemplo no se regalan huevos de pascua), es más difícil romper la barrera de precio a productos como tabletas o bombones”.
Y esto es así porque en Venezuela agregar a un producto de chocolate cualquier otro ingrediente implica gastos y complicaciones que no existen en Europa. O dejar de hacer una tableta en Venezuela para hacer un bombón o una gragea con menos cacao implica incorporar costos adicionales en insumos, procesamiento y empaque.
Para el productor de cacao Guarataro, Albe Gorrín, “la subida descomunal del precio es un estímulo, un impulso y una ayuda: el precio subió y ahora hay más cacaoteros, y si queremos que el cacao sea un rubro dinamizador de la economía, esto representa mayor competencia y mayor bonanza para el que aproveche y no se quede atrás”.
Sin embargo, coinciden Gorrín y Dager en que la oportunidad debe aprovecharse para mejorar procesos y estándares de las plantaciones, mejoras en el sistema de riego, cuidado de postcosecha y traslado como lo hacen, por ejemplo, Ecuador, Brasil, Costa Rica, México y República Dominicana.
Esto se está haciendo en Venezuela. En general, las plantaciones todavía mantienen prácticas de mínimo impacto ambiental y, además, buscan ser plantaciones sostenibles. También se sigue reforestando con plantas de cacao de la zona para preservar su genética, recuperar la cobertura vegetal y equilibrio ambiental. Existen prácticas que asocian conservación y producción del cacao con el turismo ecológico, mientras que los chocolateros insisten en formar a los productores de cacao para que cuiden cada proceso de la postcosecha.
“Es decir —explica Gorrín— uno insiste en que se aumente la producción, pero que se haga con los cambios de las normas internacionales, que consideran la conservación de los bosques, suelos y cursos de agua. Aquí, en Guayana, el cacao sirve para combatir la deforestación y la tala indiscriminada por la actividad minera irregular”.
López advierte que no basta con tener la mejor genética: hay que cumplir estándares más altos de calidad. Pero el alza del precio puede justificar la inversión para lograr ese estándar.
Nuestro proyecto de ley, otro problema
Como si no bastara que las ganancias no siempre lo sean, porque se van para pagar el combustible del traslado del cacao, ahora un nuevo problema: el proyecto de Ley del Cacao, que está en segunda discusión.
Este proyecto de ley tiene como objetivo “la protección y promoción de la producción del cacao y sus actividades conexas” pero, tal como se presenta hasta ahora, se trata de una ley para involucrar al Ejecutivo Nacional en la cadena de producción y comercialización del cacao, perdiendo de vista cómo lograr el cumplimiento de los requisitos técnicos y sanitarios para mantener la calidad sensorial del cacao venezolano.
Lo que es un asunto estrictamente comercial, empresarial y económico, se está convirtiendo en una discusión política. Dice Gorrín: “Hay unas mesas de diálogo, pero, por ejemplo, como yo pertenezco a un sector gremial y no al PSUV, no me invitan, y el Estado no puede ser el ente regulador, el productor, el comprador y exportador. Uno quiere aprovechar estos precios para mejorar su producción y competir en mercados internacionales, que se rige por calidad y no por las relaciones políticas, pero qué va: se está politizando el cacao, cuando hay que enfocarse en producción y competencia interna”.
Pese a todo, a principios de este mes, se supo que Venezuela logró exportar 300 toneladas de cacao del estado Mérida a Estonia e Indonesia, un logro que deja más dudas que celebraciones.
Advierte Juana Gómez, de la Asociación Nacional de Productores de Cacao Venezolano (ASOPROCAVE), que aunque los precios son los más altos desde hace décadas: “Los productores no están disfrutando esos precios por lo que cuesta producir. Además, esta ley no nos beneficia en nada. Los precios que establece son para las industrias y procesadoras de chocolate. Esto es un claro ejemplo de que nuestro problema no es el precio, sino resolver la productividad en nuestro campo con viveros, rehabilitación de los suelos cacaoteros, financiamiento… La ley es de objeto, no de sujeto, o sea, se centra en el cacao, que es importante, pero no habla de los productores, que es el sujeto que lo trabaja. El gobierno nacional hace planes y los aprueba, pero no llegan a los productores ni a la producción cacaotera”.
Mientras tanto, el sector del producto final espera el impacto del nuevo precio en el cacao venezolano. En Miami, la chocolatera venezolana Isabel García Nevett, copropietaria de una chocolatería que tiene entre sus banderas el uso de cacao venezolano, cuenta que ya ha sentido el precio del chocolate venezolano que compran, pero entre muchos otros aumentos en el contexto de la inflación que se instaló desde la pandemia en América del Norte. “Nosotros usamos sobre todo chocolate venezolano. Por ahora se ha mantenido el suministro, aunque sí nos subieron el precio. No sé cómo se comportará el mercado de cacao venezolano en particular frente al alza de los precios a nivel mundial. En todo caso, el cacao venezolano casi siempre se paga a precio premium porque es difícil de conseguir”.
En esta empresa esperan seguir usando chocolate venezolano. “Es un aspecto que aprecian algunos tipos de clientes: el venezolano o los verdaderos conocedores de chocolate y cacao”.
Caracas Chronicles is 100% reader-supported.
We’ve been able to hang on for 22 years in one of the craziest media landscapes in the world. We’ve seen different media outlets in Venezuela (and abroad) closing shop, something we’re looking to avoid at all costs. Your collaboration goes a long way in helping us weather the storm.
Donate