Ration Card Now
No te preocupes, no te voy a ladillar más con la cantaleta de siempre: que si que hay que unificar el tipo de cambio, que si que hay que liberar los precios, que si la oferta y la demanda, que si el pato y la guacharaca. Sé que te ladilla, y además sé que es inútil. Si un carajo con tus limitaciones fuese capaz de entender todo eso, no estaríamos en el berenjenal en el que estamos.
Te escribo para decirte otra cosa. Algo que, por lo visto, nadie en tu entorno te está diciendo con suficiente claridad.
Nicolás, tienes que enseriarte con lo de la Tarjeta de Racionamiento. Tienes que implementarla rápido, hacerla obligatoria y universal. Eso sí que es impostergable.
No te hagas ilusiones: la tarjeta de racionamiento no va a resolver el problema. Lo va a medio remendar. Lo que pasa es que ya eso sería infinitamente preferible a esta locura.
Aquí no se trata de descubrir el agua tibia. En la historia de la humanidad, cuando las circunstancias imposibilitan que los consumidores accedan a los bienes que quieren comprar en las cantidades en las que quieren comprarlos, el método para poner un mínimo de orden en la pea está bien establecido.
Pero si además de negarte a ajustar los precios encima te niegas a gestionar el despelote que eso causa, la vorágine te va a tragar.
Ya tu gobierno está naufragando en un mar de videitos de YouTube tipo estos. Que esas situaciones se sigan repitiendo no te conviene, Nicolás. Eso lo tiene que poder entender hasta una persona como tú.
Es sencillo: tienes que organizar el racionamiento. Y eso se logra con una Tarjeta de Racionamiento. Una en serio, obligatoria, con raciones claras, explícitas y aplicadas universalmente en todos los negocios que vendan bienes a precios regulados.
Claro que implementar eso va a tener un costo político y mediático a corto plazo.
Pero créeme que vale la pena. Es la única carta que te queda ante el caos de las colas, el bochorno de la gente pernoctando en frente de los mercados, el vejamen de tener que ser marcados como el ganado, el absurdo de poner a unos Guardias Nacionales a vigilar colas en vez de dejarlos que se dediquen a su verdadera vocación: traficar coca y matraquear.
Vamos a sincerar esta discusión. El dilema ya no es entre abastecimiento y desabastecimiento – eso ya lo decidiste, cuando te negaste a ajustar el precio desquiciado que le impusiste al dólar (y, obvio, al bojote de productos de primera necesidad que se importan con dólares).
Esa era la discusión del 2014. Quedó atrás.
Hoy la discusión es distinta: ¿cómo carrizo vas a manejar el caos generalizado producido por el desabastecimiento brutal que las decisiones que tomaste el año pasado hacen inevitable?
Muchos otros gobernantes que, por fuerza mayor, se han visto obligados a racionar se han topado con el mismo dilema. Claro, normalmente esa “fuerza mayor” es una guerra, pero bueh, resulta que la tozudez ideológica tuya es igual de destructiva. Las causas son lo de menos, la solución es la misma. Fíjate en la foto que puse arriba: llegado el caso, hasta los mismísimos gringos no tuvieron otra que clavar una tarjeta de racionamiento.
Tu no. En este momento, lo que estás haciendo es “resolver” el problema poniendo a la gente a llevar sol como una teja, obligando a todo el mundo a perder días de trabajo o jorobándoles los días libres obligándolos a pasar horas y horas de arrechera según el último dígito de la cédula.
Es hacerle la vida imposible a la gente y causarle innumerables mentadas a tu señora madre, y ¿para qué, Nicolás? ¿Para evitar tener que dar una cadena vergonzosa? Dile a Marco Torres que la de él entonces, coño, ese carajo igual no sabe qué quiere decir vergüenza.
No somos bolsas. La gente sabe que mientras estés en el poder no va a poder comprar los productos que quieran en las cantidades que les hagan falta con el dinero que tengan. Eso ya lo entendió hasta el gato de la vecina.
Dado que entendimos que tú no vas a ajustar los precios, hemos optado por ajustar nosotros nuestras expectativas: a estas alturas nos limitamos a pedirte es que medio parapetees las consecuencias más detestables de los desaciertos que, a todas luces, consideras no negociables.
Si lo manejas con un mínimo de sentido común, podrías lograr que la gente hasta se acostumbre, que lo termine viendo como algo, si no positivo, por lo menos normal.
Si no me crees, pregúntale a Raúl.
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